
Cuando el novio de la jovencita llamó para invitarla
a un paseo en su coche nuevo, Marina no dudó demasiado.
Después de todo, los niños estaban durmiendo
como cada tarde y no se despertarían hasta las cinco.
Apenas escuchó la bocina, cogió su bolso y descolgó
el teléfono. Tomó la precaución de cerrar la puerta
del cuarto y se guardó la llave en el bolsillo.
Ella no
quería arriesgarse a que Pancho se despertara y bajara
las escaleras para buscarla, porque después de
todo tenía sólo seis años y en un descuido podía tropezar
y lastimarse. Además, pensó, si eso sucediera,
¿cómo le explicaría a su madre que el niño no la había
encontrado?
Quizás fue un cortocircuito en el televisor encendido
o alguna de las luces de la sala, o tal vez una chispa
en el hogar de leña; el caso es que cuando las cortinas
empezaron a arder, el fuego rápidamente alcanzó la
escalera de madera que conducía a los dormitorios.
La tos del bebé debido al humo que se filtraba por debajo
de la puerta lo despertó. Sin pensar, Pancho salto
de la cama y forcejeó con el picaporte para abrir la
puerta pero no pudo.
De todos modos, si lo hubiera conseguido, él y su
hermanito de meses hubieran sido devorados por las
llamas en pocos minutos.
Pancho gritó llamando a Marina, pero nadie contestó
a su llamada de auxilio. Así que corrió al teléfono
que había en el cuarto (él sabía cómo marcar el número de su mamá) pero no había línea.
Pancho se dio cuenta que debía sacar a su hermanito
de allí. Intentó abrir la ventana que daba a la cornisa,
pero era imposible para sus pequeñas manos
destrabar el seguro y aunque lo hubiera conseguido
aún debía soltar la malla de alambre que sus padres
habían instalado como protección.
Cuando los bomberos terminaron de apagar el incendio,
el tema de conversación de todos era el mismo:
– ¿Cómo pudo ese niño tan pequeño romper el vidrio
y luego el enrejado con el perchero?
– ¿Cómo pudo cargar al bebé en la mochila?
– ¿Cómo pudo caminar por la cornisa con semejante
peso y bajar por el árbol?
– ¿Cómo pudo salvar su vida y la de su hermano?
El viejo jefe de bomberos, hombre sabio y respetado
les dio la respuesta:
– Panchito estaba solo... No tenía a nadie que le dijera
que no iba a poder.
Jorge Bucay
Soy Hugo Gómez y el cuento, aunque ya lo conocía, me parece buenísimo. Todos podemos... y por intentarlo que no quede. Gracias AMPA
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